4 de abril de 2010

Ya fui feliz y lo perdí todo. Me cansé, me hicieron llorar, después reí y fingí no darle importancia, me aburrí, me volví a reír, pero sobre todo seguí llorando. Intenté tenerlo de nuevo y fracasé, lloré tan fuerte y grité tanto que pensé que se iban a romper mis cuerdas vocales. Ya dejé que las cosas fluyeran y se arreglaran solas, ya actué según mi parecer (y también según el de otros varios) y tampoco funcionó. Ya lloré desconsoladamente y delante de todos, ya me quebré frente a conocidos y desconocidos. Ya me expuse ante cualquiera y ya conté mi propósito hasta a las hormigas. Ya lo vi, lo tuve y se fue. Y lo volví a ver desde lejos, imposible de alcanzar. Ya insulté todas las cosas y también las adoré. Expresé qué sentía. Ya escuche miles de canciones que lo único que pronunciaban eran palabras de lo que fui. Ya guardé cada detalle de mi vida en mi memoria, y las podría recitar una y mil veces. Ya sé hasta lo que no me dijeron y lo que me dije a mi misma. Ya intenté que lloraran por mi, pero yo no vi ni una lágrima. Ya soñé hasta con sombras. Pero sobre todo seguí llorando. Ya aburrí a mis amigas con mis problemas y ahora hablo con las paredes. Intenté ignorar mis debilidades, pero en los garabatos siempre aparecían diferenciadas. Ya leí libros, carteles y señales; pero siempre se destacaban sus iniciales. Ya intente distraerme con la televisión pero siempre los personajes de las novelas tenían mis problemas. Ya inventé historias y besé a otros; Ya le dediqué canciones y le escribí textos; Pero sobre todo seguí llorando. Ya cansada de llorar, sin posibilidad de derramar más lágrimas, me refugio en el dolor propio, en la autodestrucción. Todo el dolor que cause, se ve reducido cuando me maltrato. Es por ese motivo que estoy encerrada entre cigarrillos, cervezas y un par de promesas.

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